Cuentan que un niño, tenía un carácter impulsivo que le hacía estallar en cólera a la menor
provocación.
Cuando se le pasaba, casi
siempre se sentía avergonzado y luchaba por pedir excusas a quien había
ofendido.
Un día su maestro, que lo vio dando justificaciones después de una
explosión de ira a uno de sus compañeros de clase, lo llevó al aula, le entregó
una hoja de papel lisa y le dijo:
¡Arrúgalo! El muchacho, no sin cierta sorpresa, obedeció e hizo con el
papel una bolita.
Ahora volvió a decirle el
maestro déjalo como estaba antes.
Por supuesto que no pudo dejarlo como estaba. Por más que trataba, el
papel siempre permanecía lleno de pliegues y de arrugas.
Entonces el maestro terminó diciendo:
El corazón de las personas es como ese papel. La huella que dejas con
tu ofensa será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues.
Así aprendió a ser más comprensivo y más paciente, recordando, cuando
está a punto de estallar, el ejemplo del papel arrugado.
Reflexión:
Esta leyenda pone de manifestación la importancia de controlar la ira,
saber gestionar nuestras emociones y expresar nuestro desacuerdo y enfado con
asertividad.
No se trata de no enfadarse; sino de saber gestionarlo, y de saber
expresar nuestro malestar, disconformidad o enfado sin atacar al otro, siempre
desde el respeto, no recurrir nunca a la violencia pues es perjudicial tanto
para los demás como para nosotros mismos.
Es importante saber gestionar
las frustraciones o nuestro enfado sin perder los papeles.
Ser sincero o expresar nuestras emociones no justifica hacerlo de cualquier modo, es importante
fomentar la paciencia, control de nuestras emociones y comunicación asertiva
con los demás.
El respeto ha de ser un valor fundamental en nuestra vida: gracias al
respeto nos evitaremos ir por la vida
arrugando papeles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario