Los cazadores de monos han inventado un método genial e infalible para capturarlos.
Una vez descubierto el lugar donde suelen juntarse, entierran en el suelo unas vasijas de cuello largo y estrecho. Recubren las vasijas con tierra, dejando sólo la embocadura a ras de la hierba.
Luego meten en las vasijas unos puñados de arroz y otras bayas que les gustan mucho a los
monos.
Cuando se retiran los cazadores, los monos vuelven. Como son curiosos por naturaleza,
examinan las vasijas y cuando se dan cuenta de las golosinas que encierran, introducen sus
manos y agarran un buen puñado de arroz y de bayas, cuanto más grande mejor.
Pero el cuello de las vasijas es muy estrecho. La mano vacía penetra fácilmente, pero cuando está llena no puede salir.
En ese momento salen los cazadores y los capturan fácilmente, porque, aunque se resisten
mucho, no les viene la más mínima idea de abrir la mano y abandonar lo que aprietan en el puño.
Bruno Ferrero.
“El canto del grillo”, p. 57
Algunas personas piensan que aferrarse a las cosas les hace más fuertes, pero a veces se necesita más fuerza para soltar que para retener. Hermann Hesse
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